Blogia
Diario del Misterio

El caso Cottingley

Mónica Álvarez

Según algunas creencias populares, los bosques y parajes frondosos, están repletos de seres pintorescos dotados de ciertas propiedades mágicas. Se trata de misteriosas criaturas que acompañan al viajero en sigilo y en la sombra, haciendo que lo real se mezcle con lo imaginario, haciendo del paseo una leyenda más en el camino.

Éste es el caso de las hadas, unos diminutos seres femeninos caracterizados por tener un par de alas transparentes a su espalda, orejas puntiagudas y cabellos largos, además de una especie de halo luminoso rodeando su cuerpo que les otorga un aspecto etéreo y espiritual. Entre sus extraordinarias facultades, habría que destacar la capacidad de cambiar de apariencia, de confundirse con la naturaleza y de hacerse invisible al ojo humano.

COTTINGLEY Y SUS HADAS

La historia comienza en el año 1917, cuando dos niñas llamadas Frances de 10 años y Elsie de 16, revelaron un enigmático suceso: habían fotografiado hadas en su jardín en el pequeño pueblo de Cottingley cerca de Bradford (Inglaterra). Ambas crías llegaron a afirmar, bajo la atónita mirada  de los allí presentes, que estos pequeños seres formaban parte de sus juegos y andanzas diarias.

Fueron un total de cinco imágenes las captadas por la cámara fotográfica de Elsie, la mayor de las dos jóvenes primas. Elsie hija de Arthur Wright, uno de los primeros ingenieros eléctricos cualificados del país, cogió la cámara de su padre (una Midg de placas) para sacar fotos al arroyo que se encontraba detrás de la casa familiar. Sin embargo, cuando el señor Wright reveló las fotografías descubrió que aparecían unas extrañas manchas blancas que rodeaban el rostro de su sobrina Frances. Cuando éste le preguntó a su hija Elsie de qué se trataba, ella le contestó que eran sus amigas las hadas. Arthur simplemente sonrió con la ocurrencia y no le dio mayor importancia.

Transcurridos unos días, las niñas volvieron a usar la cámara y para sorpresa de Arthur Wright, aquellas sombras blancas volvieron a aparecer en las instantáneas. Esta vez, su hija Elsie aparecía junto a lo que podría ser un duende. Fue entonces cuando Arthur convencido de que las niñas le estaban tomando el pelo, decidió prohibirles usar la cámara de nuevo.

LA CARTA DE LA POLÉMICA

El 9 de noviembre de 1918, una semana antes de que acabara la Primer Guerra Mundial, Frances mandó una carta a su amiga Johanna Parvin, en Cape Town (Sudáfrica), donde le contaba sus andanzas con su prima Elsie y sus inseparables hadas en la casa familiar.

“Querida Joe, espero que estés bien. Escribí una carta anteriormente, pero la perdí o se me extravió. ¿Juegas con Elsie y Nora Biddles? Ahora estoy aprendiendo francés, geometría, cocina y álgebra en la escuela. Papá volvió de Francia la semana pasada después de estar allí diez meses, y todos pensamos que la guerra se acabará en unos pocos días. Vamos a colgar nuestras banderas en nuestra habitación. Te envío dos fotos, ambas mías, una en la que estoy en bañador en el arroyo de nuestro patio trasero, que tomó el Tío Arthur, mientras que la otra soy yo con varias hadas en el arroyo, que tomó Elsie. Rosebud está tan gorda como siempre y le he hecho alguna ropa nueva. ¿Cómo están Teddy y Dolly? Elsie y yo somos muy amigas de las hadas del arroyo”. En el reverso de la fotografía, Frances escribió: Es curioso que nunca las vi en África. Debe hacer demasiado calor allí para ellas”. 

Un año después, en el verano de 1919, cuando Polly Wright (madre de Elsie), acudió a una reunión de la Sociedad Teosófica de Bradford, en la que justamente se hablaba sobre “la vida de las hadas”, Polly recordó las extrañas fotografías que tiempo atrás habían sacado su hija y sobrina, y lo comentó con algunos de los allí presentes captando toda su atención.

Tras esta tertulia, dichas imágenes fueron analizadas en el Congreso de Teosofía de principios de 1920 en Harrogate, donde uno de sus miembros más destacados, el líder teosofista Edward Gardner, creyó a pies juntillas en la veracidad de las instantáneas. Posteriormente y para conseguir un retrato más claro y limpio, encargó al fotógrafo Fred Barlow que sacara nuevos negativos. Fue entonces cuando la leyenda de las hadas de Cottingley comienza a extenderse. Cuatro años más tarde, el 25 de noviembre de 1922 el diario Cape Town Argus publica un artículo sobre el caso y lo titula “El pueblo de Cape se une a la controversia mundial”, aumentando de este modo la curiosidad pública.

CONAN DOYLE Y SU INTERÉS POR LAS HADAS

Sir Arthur Conan Doyle, reputado espiritualista y creador indiscutible del personaje de ficción Sherlock Holmes, también se hizo eco de los rumores que corrían por las calles inglesas, acerca del asunto de las hadas de Cottingley. De hecho, le pidió algunas copias a Gardner, pero al desconfiar de la veracidad de las fotografías, se las mostró a una de las mayores autoridades psíquicas de Gran Bretaña, sir Oliver Lodge, quien corroboró su falsedad y las describió como unas “bailarinas vestidas de hadas”.

Entre los argumentos que los investigadores dieron al respecto, cabe destacar el extraordinario parecido del peinado de aquellas hipotéticas hadas con las modas parisinas del momento. Pero, ¿cómo es posible que estuvieran en movimiento? Para la empresa de fotografía Kodak la respuesta estaba clara, no había duda de que las imágenes habían sido retocadas por un virtuoso falsificador. Sin embargo, Conan Doyle no estaba tan seguro.

En el mes de julio Gardner visitó a la familia Wright en Cottingley, de quiénes dijo que se trataba de personas honestas y totalmente respetables. Doyle por su parte, propuso que se hicieran más fotografías de las hadas para comprobar su autenticidad y de este modo zanjar el tema.

En agosto de 1921, Gardner entregó a Frances y Elsie unas cámaras fotográficas con sus correspondientes placas, para realizar nuevas impresiones de estos seres mágicos. Pero había un dato que las niñas no conocían, y es que dichas láminas tenían unas marcas secretas que impedirían cualquier clase de truco. Días después, la señora Polly Wright escribió a Gradner contándole cómo había ido todo: “El tiempo estuvo nublado y brumoso toda la mañana y no pudieron tomar fotos hasta la tarde, cuando se disipó la niebla y salió el sol. Así que las dejé y fui a tomar el té con mi hermana. Cuando volví quedé bastante desilusionada: sólo habían podido fotografiar a dos hadas”.


Por su parte, Gardner se sentía eufórico al recibir las placas secretamente marcadas, y así se lo hizo saber a Doyle, que se encontraba en una gira australiana de conferencias. El espirita inglés dijo lo siguiente: “Cuando se acepten nuestras hadas, otros fenómeno psíquicos encontrarán una aceptación más fácil… Tuvimos continuos mensajes en nuestras sesiones de espiritismo de que un signo visible está aproximándose…”.

Asimismo, habría que reseñar también que gracias a los últimos acontecimientos acaecidos Doyle logró completar su artículo para el Strand Magazine bajo el título de “Hadas fotografiadas, un suceso memorable”, cuya edición se agotó en pocos días. Pero las reacciones no tardaron en aparecer y la polémica envolvió de nuevo el caso de las hadas de Cottingley. Todos los periódicos del país se hicieron eco de la noticia, y llenaron páginas enteras con toda clase de elucubraciones.

FIN DEL MISTERIO

Para Sir Arthur Conan Doyle, estas fotografías eran la prueba real de la existencia de espíritus en la naturaleza, las consideraba como una especie de regalo de los dioses. De hecho, usó las tres últimas instantáneas realizadas para ilustrar un segundo artículo para el Strand Magazine, que sirvió como base para su siguiente obra “La llegada de las Hadas”, publicada en 1922. Nuevamente, las críticas de la sociedad inglesa saltaron a la palestra, haciendo peligrar incluso la propia reputación del escritor espirita.


Cincuenta años después, en 1971, Elsie que era ya una anciana, declaraba en una entrevista a la BBC-TV que las fotografías eran auténticas, aunque ella no podía afirmar sobre la Biblia que las hadas estuvieran allí realmente.

A principios de los ochenta, el periodista Joe Cooper de la revista The Unexplained, publicó una entrevista donde Frances y Elsie confesaban finalmente que al menos cuatro de las fotografías habían sido trucadas, pero que verdaderamente habían visto a esas hadas en el jardín. En posteriores manifestaciones Frances llegó a decir: “Nunca pensé que fuera un fraude -sólo éramos Elsie y yo divirtiéndonos un poco y a día de hoy no puedo entender cómo les pudimos engañar - querían que les engañáramos”.

Descubierto el entuerto, el prestigio de Conan Doyle cayó aún más en picado, sobre todo después de haber apoyado el testimonio y las pruebas, inciertas en su mayor parte, de dos niñas con una extraordinaria fantasía.

No obstante, y a pesar del desenlace del caso Cottingley, en la actualidad muchos investigadores y curiosos siguen apuntando que hay evidencias reales de la presencia de criaturas mágicas en los bosques de nuestros pueblos y ciudades, que estos diminutos seres conviven junto a nosotros sin darnos cuenta, escondidos en la naturaleza, pero siempre atentos a la presencia humana. Y es que, ¿por qué no podemos creer en su existencia? A pesar de la farsa utilizada en el caso Cottingley, de los trucos y mentiras empleados para dar vida a la historia, ¿quién puede negar la evidencia de pequeñas sombras a nuestro alrededor? De hecho, existe una leyenda que afirma que todo aquel viajero que se pierda en un camino, en un campo o en una montaña, tan sólo tiene que pedir ayuda y ésta le será concedida. En un abrir y cerrar de ojos, el peregrino perdido encontrará la salida. ¿Tendrán algo que ver estos guías tan especiales?

0 comentarios