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Diario del Misterio

Parasomnias: terrores nocturnos

Mónica Álvarez

Tras el ocaso llega la noche y con él diez horas de absoluta oscuridad donde los miedos y las fobias parecen salir a flote despertando el lado más oculto de nuestro subconsciente. Es durante este tiempo, y más concretamente mientras dormimos, cuando inquietantes experiencias alteran nuestros sueños más profundos.

¿Alguna vez has sentido alrededor tuyo la presencia de sombras o fantasmas que no te permitían siquiera moverte? ¿Cuántas veces has padecido el pavor angustiante de caerte al vacío? ¿Y de no poder gritar para pedir auxilio?

ALUCINACIONES ONÍRICAS

Según los expertos, el mundo onírico está repleto de rincones inexplorados, de lugares encuadrados en el inconsciente donde se alojan toda clase de pasiones humanas. De hecho, el sueño es uno de los instantes más beneficiosos que poseemos aunque también pueden llevarnos a situaciones de lo más conflictivas. Es en éstas últimas donde yacen las llamadas parasomnias, una serie de trastornos caracterizados por comportamientos anormales que tienen lugar coincidiendo con el sueño, con algunas de sus etapas específicas o con las transiciones sueño-vigilia. Es decir, estaríamos ante una serie de alucinaciones asociadas a las diferentes fases del sueño: REM y NREM.

Sin embargo, ¿qué es lo que origina esta clase de perturbaciones oníricas? Ésa sería la pregunta del millón, porque nos encontramos con tantas respuestas como investigaciones realizadas al respecto. No obstante y escogiendo algunas de las más coherentes, habría que destacar que toda parasomnia tiene un desencadenante claro. Uno de ellos sería el simple miedo a la oscuridad, un temor que sufre el dos por ciento de la población y que provoca alteraciones visuales, auditivas o táctiles, además de una exaltación emocional extraordinaria. Por otro lado, también habría que otorgar gran parte de responsabilidad a nuestro subconsciente, quien puede visualizar con rigor imágenes de espíritus o fantasmas que creemos ver en estado de vigilia.


HIPNAGÓGICAS E HIPNOPÓMPICAS

Las alucinaciones asociadas al sueño fueron descritas por primera vez en 1664 por el médico alemán Isbrand Van Diemerbroeck, quien incluye varios tipos de percepciones durante estos ejercicios. Igualmente, según la Asociación Americana del Sueño (ASA), existen dos clases de alucinaciones: las hipnagógicas y las hipnopómpicas.

En el caso de las primeras, ocurren justo antes de dormir y pueden relacionarse con lo que comúnmente se conoce como “parálisis del sueño” –todo el cuerpo se paraliza con excepción del corazón, los ojos y el sistema respiratorio-. La persona no pierde la conciencia en ningún momento, por eso la sensación de inmovilidad resulta tan desesperante. Las alucinaciones más comunes consisten en círculos de colores o luminosos, objetos que varían de forma y tamaño, figuras humanas o de animales, sentimientos cenestésicos (ser tocados, frotados o pinchados por algo/alguien que no está presente), o escuchar voces, sonidos o melodías. Del mismo modo este tipo de ofuscamientos pueden confundirse con aquellas derivadas de ciertos paradigmas de migraña como por ejemplo el llamado “Síndrome de Alicia en el país de las Maravillas”. 

El segundo caso de alteración asociada al sueño es el de las hipnopómpicas, que ocurren al despertar, es decir, en el preciso instante en que la vigilia comienza a manifestarse. Se trata de un período altamente confuso ya que sentimos un mayor número de percepciones y la parálisis se vuelve más frecuente y aterradora. En este grupo de alteraciones oníricas se encontrarían por ejemplo, aquellas en las que tenemos sensaciones de caídas o tropezones en una escalera, o algunas más angustiosas donde notamos cómo alguien nos habla o nos toca sin poder evitarlo al permanecer inmovilizados.

Tras el análisis podemos comprobar que estas experiencias no sólo hacen que temblemos de respeto, sino que sintamos que el maravilloso placer de dormir se puede convertir en una terrible pesadilla.

EL FACTOR HUMANO: EL ESTRÉS

Sin embargo, en las situaciones descritas anteriormente no hemos tenido en cuenta algo importante: el factor humano. Curiosamente, estas alteraciones oníricas ocurren entre el 25% y el 37% de la población normal, mientras que las no asociadas al sueño suceden en menos del 5% de la población. De hecho, según numerosos investigadores estas alucinaciones pueden ser descritas no sólo por adultos, sino también por niños que las padecen con más frecuencia.

Además del agente humano, habría que recordar que determinados estados de estrés e incluso depresión, pueden intensificar la aparición de esta clase de parasomnias. Es durante estos períodos cuando las alucinaciones pueden cobrar una mayor fuerza y realismo, haciendo que no podamos discernir entre lo que es sueño y lo que es vigilia. No obstante, los expertos abogan por no realizar conjeturas, ya que la interpretación de estas alucinaciones resultan del todo subjetivas. La mejor solución: acudir a un buen especialista.

ALTERACIÓN PARANORMAL

Anteriormente señalábamos la posibilidad de que fuera nuestro subconsciente el verdadero responsable de esta clase de alucinaciones o parasomnias. Efectivamente, algunos parapsicólogos apuntan que son durante estos momentos de ensoñación, cuando los espíritus desean conectarse con nosotros. Son en esos instantes de tranquilidad, donde algunos de estos seres de luz –necesitados de energía para poder subsistir-,  deciden abandonar su plano astral para adherirse al nuestro. Es entonces cuando percibimos una sombra a nuestro lado, cuando notamos una caricia helada en nuestra piel, cuando queremos gritar y gritar pero no tenemos voz, cuando deseamos movernos y salir corriendo, pero nos encontramos paralizados. Todo lo que hacemos no sirve de nada. La inconsciencia toma las riendas de la conciencia, haciendo que aparentemente seamos víctimas de un extraño fenómeno paranormal.

A este respecto, habría que recalcar que mientras dormimos nos volvemos aún más vulnerables, siendo capaces de conectar con otros planos dimensionales, con otras mentes o incluso, con otras conciencias. ¿Dónde está la frontera?

HIPNOSIS Y SUEÑOS

Para los hipnólogos el poder de la mente es infinito, inacabable e inabarcable. No existen los límites con nuestro subconsciente y aunque la vigilia marca la realidad de nuestras acciones, el sueño refleja la verdadera naturaleza de las mismas. Es en este campo donde la hipnosis cobra una vital importancia. Porque, si ésta es capaz de acercarnos al inconsciente más oculto, ¿hasta qué punto hará posible que conectemos con las alucinaciones oníricas?

El experimento es complicado aunque no imposible. Al fin y al cabo aquel que se presta a sumergirse en un estado hipnótico no duerme completamente. Tampoco está despierto. Lo escucha absolutamente todo y es consciente de lo que está sucediendo a su alrededor. Se deja llevar por la voz del experto quien le enfrasca en una tranquilidad pasmosa. No obstante, habría que destacar que el hipnotizado no verá ni sentirá nada que le perjudique física o emocionalmente. Al contrario de lo que pensamos, esta técnica similar a la llamada “ensoñación diurna” es un fenómeno perfectamente normal, sano y seguro.

Llegados a este punto y una vez que el hipnólogo lleva las riendas de la sesión –el estado de consciencia se altera hasta alcanzar la zona de frecuencia alfa-, se procede a provocar algunas de estas alucinaciones. A partir de ahí, el sujeto comenzará a padecer sensaciones y emociones adversas que irremediablemente le conducirán a las tan temidas parasomnias. Creerá vivir situaciones tan reales que el especialista deberá tener sumo cuidado a la hora de guiarle. Al fin y al cabo, la mente es una de las “materias” del cerebro más manipulables que existen, una de las armas más poderosas, potentes y dañinas si no cae en las manos adecuadas. 

Sea como fuere, el mundo onírico seguirá siendo –si los expertos me lo permiten- un lugar inexplicable donde la enajenación involuntaria, las alucinaciones o los miedos, formarán parte del inconsciente más profundo, aquel que sólo cobra vida cuando cae el sol y todos los gatos se vuelven pardos, para dar paso al mayor enemigo del sueño, las terroríficas parasomnias. Después de esto, ¿seguirás durmiendo con la luz apagada?

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