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Diario del Misterio

Lugares mágicos: Teotihuacán

Oscar Castaño (Redactor DM)    

Hace unos dos mil años una misteriosa estirpe de antiguos pobladores construyo en una meseta de Méjico una fascinante metrópolis, fue un excepcional  esfuerzo por crear una eterna utopía, su nombre Teotihuacan, el lugar donde los hombres se convierten en dioses.

Fundada antes de la era cristiana, esta colosal urbe llegó a contar con 125.000 habitantes que ocupaban más de 20 km cuadrados. Pero misteriosamente en torno al año 650 d.C. quedó abandonada. Siglos más tarde después de que los aztecas apareciesen en el antiguo Méjico, Teotihuacan ya estaba en ruinas.  

Los Teotihuacanos  dejaron pinturas que reflejan la importancia del grupo sobre el individuo,  la importancia del equilibrio,  la importancia de la comunidad. Tenían un culto especial a los guerreros, a los soldados, según por el cual morirían por el beneficio a la comunidad. La falta de devoción por rendir culto a sus gobernadores puede ser la clave de uno de los más enigmáticos misterios de Teotihuacan, sorprendentemente esta cultura tan avanzada no dejo ninguna evidencia de que tuvieran un lenguaje escrito. ¿Es posible que los Teotihuacanos deliberadamente se negaran a elaborar uno? En otras culturas de la antigüedad los registros literarios a menudo se centraban en las hazañas de sus gobernantes. Sin reyes ni reinas a las que glorificar puede que los Teotihuacanos no se hayan visto impulsados a elaborar un dialecto escrito formal. Aún así, este hecho ha desconcertado a los expertos , especialmente porque consideran que un lenguaje escrito era necesario para el papel que Teotihuacan desempeñaba dentro del comercio de Mesoamérica.

No hay ninguna otra cultura de Mesoamérica que gastara tanto tiempo, energía y trabajo para construir casas a los ciudadanos medios, y ello indicaba un intento de organizar la población, tanto a nivel político como cósmico, ninguna otra ciudad de Mesoamérica se preocupó tanto por sus habitantes.

Un aura de misterio impenetrable cubre lo que queda de la antigua metrópolis situada a 32 kilómetros al noroeste de la ciudad de Méjico. Esta civilización ha sido un enigma durante tanto tiempo que incluso fue un misterio para los indios aztecas los cuales quedaron fascinados por sus ruinas hace setecientos años. Hoy día el nombre de la ciudad sigue sin conocerse, la gente de Méjico la llama simplemente las pirámides. Sin embargo, los sabios la han bautizado con el nombre que le atribuyeron los aztecas, Teotihuacan la morada de los dioses. Todos los años miles de personas se reúnen aquí para celebrar el solsticio de verano e invierno, y todos los que caminan por sus calles sienten que algo espectacular y mágico ocurrió aquí hace dos milenios. ¿Quiénes fueron los teotihuacanos? ¿es verdad que esta magnifica ciudad fue alguna vez una utopía? Y si fue así ¿porqué se han encontrado cientos de esqueletos enterrados en una fosa común?

Doscientos esqueletos humanos encontrados con las manos y pies atados representan el escalofriante testimonio de los rituales de sacrificio que una vez se practicaron aquí. La respuesta a este enigmático misterio la encontramos en sus creencias religiosas, entenderemos mejor su actitud ante la muerte cuando comprendamos como interpretaban la naturaleza de la vida. A diferencia de otras religiones en las que la vida se consideraba como el regalo de un ser supremo, ellos creían que la vida les pertenecía simplemente porque se la habían arrebatado a los dioses. Los seres humanos habíamos engañados a los dioses de la muerte y les habíamos robado sus huesos, por ello para sobrevivir teníamos que encontrar formas para contentar a los dioses. Para los Teotihuacanos el método más efectivo para apaciguar a los dioses puede que sea devolverles los huesos que les habían sido arrebatados. Así la muerte de una minoría de seres humanos podía asegurar la vida para el resto de la comunidad. Creemos que practicaban la guerra sagrada y los rituales de sacrificio basándose en los movimientos del planeta venus, curiosamente a esas guerras las llamamos guerras de estrellas, imaginamos que sus astrónomos sacerdotes observaban el cielo para ver si ese planeta aparecía o no ese día , tal vez si lo veían eso les anunciaba que era el momento en que partiera una cruzada para conseguir cautivos a los que posteriormente sacrificarían, cuando te capturaban te convertías en alimento para los dioses.

Aunque Teotihuacan sigue siendo uno de los enigmas más desconcertantes  de la historia, los expertos han comenzado a desvelar algunos de sus secretos. Una de las más intrigantes revelaciones indica que la ciudad fue planificada según un conjunto de alineaciones que la vinculaban con los movimientos de estrellas relativos a las montañas de los alrededores. Aunque Teotihuacan se extendía majestuosamente a lo largo de 8,5 kilómetros cuadrados, las estructuras más fascinantes se encontraban en el centro de la ciudad. La vía pública principal de la ciudad, era la que los aztecas llamaban la calzada de los muertos, la llamaron así, ya que creían erróneamente que en las ruinas de los antiguos templos situados a lo largo de esta calle, estaban las tumbas de los antiguos gobernantes de la ciudad. Dominando majestuosamente Teotihuacan, la pirámide del sol era el núcleo hipnotizador de la ciudad. Con una altura de veinte pisos y midiendo más de doscientos trece metros desde su base, se alza imponente esta impresionante pirámide cuya función es representar al lugar más sagrado de Teotihuacan. Justamente debajo de la pirámide hay una cueva misteriosa, la cual se extiende unos cien metros desde la base hasta el centro de la misma. Los expertos piensan que esta caverna simbolizaba para los Teotihuacanos el lugar desde donde el mundo fue creado.  Mientras los habitantes de Teotihuacan ascendían por la avenida de los muertos, otra estructura monumental, la pirámide de la luna les impulsaba a seguir adelante. Esta pirámide está enmarcada debajo de la accidentada pendiente de una montaña cercana. La pirámide y la montaña estaban en cierto modo relacionadas, ya que los teotihuacanos veneraban a la montaña como la casa del dios de las tormentas y la pirámide de la luna había sido construida en honor a ese dios. Al final de la avenida de los muertos había una colosal plaza, la Ciudadela. La Ciudadela era un edificio  cívico  y religioso que representaba el corazón físico y espiritual de la ciudad. Junto a esta plaza, encontramos el templo de Quetzalcoalt  descubierto en 1920. Estaba soterrado por una pirámide de paredes lisas, sin ningún tipo de ornamentación. Cuando se descubrió,  salió a la luz toda su decoración de mosaicos hechos con piedras, las cabezas y símbolos divinos del dios Tláloc (el dios de la lluvia), y del dios Quetzalcóatl (la estrella matutina, la serpiente emplumada). Este dios lo adoptaron después los aztecas y creyeron verlo en la figura de Hernán Cortés. Bajo este palacio de Quetzalcóalt aparece sepultado el Templo de los caracoles emplumados que es la estructura más antigua descubierta por los arqueólogos, se asienta sobre una plataforma adornada con murales de vivos colores, donde aparecen pájaros verdes semejantes a loros escupiendo agua por el pico. La fachada del templo se decora con relieves de caracolas emplumadas y flores de cuatro pétalos.  Al oeste de la Plaza de la Pirámide de la Luna, descubrimos  el edificio más lujoso de la ciudad y uno de los más importantes, es el llamado Palacio de Quetzalpapálotl. Está ampliamente decorado con murales muy bien conservados, predomina el color rojo que era el preferido de aquella civilización. Las partes bajas del edificio conservan el color original.  Hacia la parte central puede verse la representación del dios Quetzalpapálotl con los símbolos que le relacionan con el agua. Este palacio muestra un buen ejemplo de lo que debieron de ser los decorados teotihuacanos. El Palacio del Jaguar, al oeste tiene un gran patio precedido por un pórtico, y decorado con bellos bajorelieves, a ambos lados de la puerta se muestran en un hermoso mural las imágenes de dos felinos de gran dimensión, llevan sus cabezas emplumadas, con sus patas sostienen una caracola en actitud de soplar por ella, como si se tratase de un instrumento musical. En el lomo y en la cola tienen incrustaciones de conchas marinas. En la orilla de la parte superior del mural, pueden observarse unos símbolos pertenecientes al Dios de la Lluvia y en un Glifo se ven como decoración unas plumas que representan el año solar teotihuacano.


Mil doscientos años después de la caída de Teotihuacan estas pirámides irradian un misterio que todavía atrae al visitante, pero muchas preguntas quedan aún sin resolver, ¿fue este paraíso alimentado con el derramamiento de sangre humana? ¿cómo pudo una civilización construir monumentos tan precisos matemáticamente y sin embargo no dejar tras de si ni el mas leve rastro de un lenguaje escrito? Sea como fuere, la magia de su energía, y su conocimiento sagrado, permanecen intactos en sus ruinas, ocultando para siempre los  secretos de una ciudad utópica que nos espera junto a la luna y el sol para  mostrarnos su grandeza.

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